Dar el salto cuántico

¿Cuántos de nosotros contábamos con un buen trabajo, ingresos económicos estables, familia y amigos siempre cerca y después lo dejamos todo?, pero cuando viajas hay un impulso que al volver a tu lugar de origen se vuelve incontrolable, el bicho le dicen algunos.

Y eso me pasó a mí luego de dos viajes que realicé en 2019, el primero fue a Nueva York, luego de ahorrar por meses, me estaba subiendo a un avión para emprender un viaje de 10 días a la gran manzana, pero esta vez sola.

Un día antes de regresar a mi país, fui a una librería famosa en Greenwich Village y como buena comunicóloga y amante del cine, me compré una enciclopedia de cine que solo hojeé por dentro, pero al llegar a mi departamento, y arreglar mi maleta para regresar, abrí la enciclopedia en la primera página y me encontré con una dedicatoria…

La librería de las señales

“Si en 5 años no estás en esta enciclopedia, te patearé el trasero”, me senté en mi cama y por supuesto me hizo llorar, pues pensé que esa dedicatoria era una señal, pero no pensé en ella hasta después de regresar de mi segundo viaje.

La dedicatoria

Ese mismo año mi hermana estaba haciendo un intercambio en Italia y yo organicé todo mi trabajo y pendientes para alcanzarla en junio, viajaríamos por España y Portugal durante un mes, explorando y conociendo lugares nuevos.

Ruta de viaje

Para no hacer el cuento largo, luego de regresar a mi trabajo, me di cuenta que esa no era la vida que quería, pues había logrado trabajar remotamente para hacer esos viajes, desconectarme por un tiempo y tener la fortuna de empatar mi trabajo y seguir generando ingresos haciendo lo que me gustaba, era una forma de acercarme más hacia mi verdadera esencia de nómada.

En ese tiempo yo estaba también aprendiendo italiano, pues desde pequeña he estado en contacto con esa cultura y en mi familia siempre se han comunicado en ese idioma, ahí conocí a mi maestro Daniele, que más que darme clases de italiano eran clases de filosofía de vida y me impulsó a dar ese salto cuántico del que hablábamos en clases.

A partir de ese momento entendí que mi vida está marcada por desiciones y acciones, pues para hacer que las cosas sucedan, tenemos los sueños, pero más importante tenemos que tomar acción, hacer un plan, marcar propósitos y aún con miedo, abrazar ese miedo, sentirlo y hacerlo.

Así que comenzó mi ruta por la planeación, busqué opciones para estudiar en el extranjero, entre mi cabeza pasó Canadá, Australia y Nueva Zelanda, hablé con mucha gente para conocer los destinos, me informé, investigué requisitos, me pasé horas viendo videos de la calidad de vida en esos países y me decidí.

Para cuando tomé la decisión, llegó la pandemia y los sueños de viajar y mudarme de país se esfumaron, pasé dos años más posponiendo el viaje, ahorrando dinero, aguantando en el trabajo y aquí estoy hoy a poco más de dos semanas, haciendo mi maleta, cerrando ciclos y preparándome para abrir nuevos, abierta a nuevas posibilidades y con un vuelo rumbo a la que será mi nueva casa por los próximos 8 meses.

¿Cuesta? Sí cuesta, en muchos aspectos, familiares, económicos y laborales, dejar amigos y familia, desprenderse de todo lo que conoces, ¿pero vale la pena? Yo creo que sí, vale la pena por pelear por ese estilo de vida.

Estoy por dar un salto cuántico a Dublín y esta historia… se sigue escribiendo. Llegué un viernes de abril, supuestamente lista para comenzar la escuela, lo que no sabía era que había bank holidays (días feriados) y aproveché esos 4 días para conocer un poco la ciudad y turistas, ya que seguramente después de iniciar la escuela, no iba a tener tiempo de nada.

 Una familia irlandesa me hospedaría durante mi estancia de 8 meses en la ciudad, mi nueva casa tenía diferentes olores, la cama era nueva para mí, la luz de la habitación era diferente… Poco a poco fui conociendo mi ciudad nueva, comencé mis clases con compañeros de diferentes nacionalidades, idiomas, costumbres y culturas, ese fue mi primer shock.

Todos estábamos en las mismas circunstancias, nuevos, lejos de casa, aprendiendo un idioma que no es el nuestro y me sentí en casa por primera vez, el apoyo y ayuda de cada uno fue muy especial, la amabilidad y el hecho de que nadie te juzga fue el segundo shock para mí.

Comenzar una vida en Dublín ha sido difícil, pero lo  he disfrutado mucho, me costó un mes adaptarme a mi nueva ciudad, me costó tres semanas encontrar trabajo porque no lo estaba buscando, tomé un curso de barista, y a la segunda entrevista me quedé con el empleo que actualmente tengo, soy food and beverage assistant en un hotel, mi trabajo ahora consiste en ser mesera en el desayuno en el restaurante del hotel, limpiar al finalizar y hacer los cortes de caja y a veces por las tardes estoy en el restaurante tomando órdenes, sirviendo y haciendo bebidas y haciendo también el corte de caja. 

Si bien yo tenía un buen puesto en México en mi área de estudio, no me arrepiento de haber hecho el cambio, estoy viviendo una vida muy distinta en Dublín, pero por eso me mudé a Europa, porque necesitaba cambiar, necesitaba ese salto cuántico de supervivencia.  

Hoy tengo mi residencia temporal como estudiante, mi número de PPS que es en número de seguridad social en Irlanda, estoy contenta con lo que he aprendido, a donde he viajado, que aunque ha sido poco y muy local, Irlanda me ha sorprendido gratamente con cada rincón natural que tiene,  desde los Cliffs of More que son estos increíbles acantilados hasta tomar el DART (el tren) para llegar al puerto de Dublín y hacer una caminata de aproximadamente 6 kilómetros y llegar al Poolbeg lighthouse. 

He probado diferentes platillos, he conocido diferentes personas, estoy lejos de mi familia y amigos, perdí a un miembro de mi familia y tuve que hacer una videollamada a mi mejor amiga a la una de la mañana porque me estaba avisando que se había comprometido para casarse, sin duda siento que he vivido mucho en estos últimos meses que en muchos años de mi vida en México. 

Aunque cambiar de vida ha sido muy complicado, cuando escribía este texto, me sentía emocionada y tenía miedo, ahora luego de tres meses de vivir en Dublín, escribo contenta, satisfecha y tranquila, ha sido un proceso que he disfrutado mucho, pues he logrado convivir con una persona que nunca me va a dejar, que me ha enseñado a superar algunos límites y de la cual sigo aprendiendo… yo misma. 

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